Un blastocisto es un embrión de 5 o 6 días que cuenta con un tamaño de unas 200 micras y entre 150 y 200 células. Es la fase en la que el embrión está preparado para ser transferido al útero materno o implantarse en el endometrio.
La cuestión es que no todos los embriones que se generan con la fecundación in vitro son capaces de llegar a la fase blastocisto en el laboratorio, ya que la evolución depende mucho de la calidad de los espermatozoides, de los óvulos y de otros factores. Por eso, es fundamental decidir si se espera hasta el día 5 o si se procede a hacer la transferencia antes del día 3.
Normalmente, entre un 40% y un 60% de los embriones logran alcanzar esta fase. Y es que alcanzar esta fase supone un gran esfuerzo para el embrión temprano que de 4 u 8 células debe pasar a 150-200 células y diferenciarse celularmente. Aquellos embriones que sean de peor calidad se detendrán, mientras que los de mejor calidad seguirán adelante.
Una vez alcanzada esta fase, son seleccionados por su calidad y por las posibilidades que tienen de implantarse en el útero, aumentando así las probabilidades de conseguir el embarazo. El problema es que se reduce la cantidad de embriones disponibles para ser transferidos, ya que solamente la mitad aproximadamente llegan a la fase de blastocisto.
Por eso, la mayor parte de las transferencias embrionarias en España se llevan a cabo antes del día 3. Aunque, debido a la avanzada edad de las pacientes y a las mejoras de los incubadores en los últimos años, cada vez es más frecuente que se haga la transferencia del blastocisto.
¿Cuándo es mejor transferir el blastocisto?
Depende mucho de cada caso, teniendo en cuenta la calidad de los embriones, la edad de la paciente y su historial médico. Esperar hasta la fase de blastocisto permite llevar a cabo un diagnóstico genético preimplantacional y eliminar aquellos embriones que presenten mutaciones genéticas o alteraciones cromosómicas.
Por ejemplo, en mujeres que tienen más de 40 años, aparecen un mayor índice de alteraciones en los ovocitos, por lo que es mejor esperar a la fase de blastocisto para llevar a cabo la implantación, garantizando que el embrión está sano. De este modo, disminuyen las probabilidades de un aborto espontáneo y aumentan las posibilidades de tener un niño sano.
Pero además, gracias a esta técnica también se elimina la posibilidad de un embarazo doble, con los riesgos que esto conlleva, ya que solamente de transfiere un embrión. Con la ventaja de que se logra una mayor tasa de embarazo que con embriones en día 3 de desarrollo. Según datos de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF) del 2015, la tasa de embarazos por transferencia de óvulos propios en fase de blastocisto es del 47,3% frente al 37,9% en día 3. Y en el caso de óvulos de donante, el porcentaje de éxito es de un 60,3% en fase de blastocisto frente al 51,3% en día 3.