El Diagnóstico Genético Preimplantacional (DGP) es una técnica de prevención que se lleva a cabo en los tratamientos de reproducción asistida con el objetivo de averiguar si existen anomalías genéticas en los embriones. De esta forma, es posible seleccionar aquellos más adecuados para ser transferidos al útero de la mujer.
Una técnica recomendable cuando los progenitores son portadores de alguna enfermedad genética hereditaria, tienen alguna alteración cromosómica, después de varios fracasos en el tratamiento o abortos espontáneos, si la madre tiene más de 38 años, si ha habido un embarazo aneuploide o cuando existen evidencias de esterilidad masculina.
Gracias a ello, pueden evitarse enfermedades hereditarias graves, alteraciones que puedan hacer inviable la gestación o curarse a un hijo enfermo gracias a la gestación de un nuevo hermano. Pero también aumentar las probabilidades de embarazo y reducir el riesgo de aborto espontáneo.
Para obtener el material genético, se extraen una o dos células del embrión o del trofoectodermo a través de una biopsia embrionaria. Las células extraídas se colocan en un tubo y se analizan con el objetivo de verificar que no existe ninguna mutación en el material genético y descartar aquellos cuya dotación cromosómica está alterada. No obstante, se recomienda hacerlo solamente en los casos necesarios y no de manera generalizada, ya que la manipulación del embrión puede afectar a su capacidad de evolución.
Lo que debe tenerse en cuenta es que, al suponer una complejidad añadida con respecto al proceso de fecundación in vitro, el coste económico es superior. Puede variar en función de la clínica y de cada caso particular, pero lo habitual es que cueste entre 3.000 y 4.000 euros. Con lo cual, un tratamiento de fecundación in vitro con DGP puede costar en torno a los 8.000-9.000 euros en total.